Aparece, que el parecer nunca perece,
y la palabra como trivialidad se impone
desdoblándose entre sábanas,
llamándose airadamente entre suspiros,
suicidándose en cada exceso
y presumiendo, inocente,
de conocer las mil y una arrugas de mi cama.
Así como te creo maldita, palabra,
infecta facultad humana -a veces- te veo,
apresando la respiración,
apelando aquel juicio del olor
de la fusión de los sudores.
Y así vienes, asesina,
en forma de una trampa mortal
que se proclama,
contra los cuerpos.
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