La libertad a la vuelta de la esquina, asomándose, para ver
al siguiente que venga a buscarla, ansioso, con ganas... La libertad o se busca
con ganas o no se busca, por definición.
El caminante avanza a paso rápido, la observa, la ve, la
reconoce… ¿la reconoce?
Por un instante, coinciden las miradas durante un segundo… ¡no!
Que digo, menos de un segundo. El
caminante aspira a verla algo más que la
triste fugacidad de la vez anterior, cuando confiado tras esa mirada, salió
corriendo enseguida a buscarla y al cruzar la esquina, ya no estaba.
A la vuelta de esa misma esquina, ahora sólo veía, al igual
que aquel otro día, una ciudad veloz, llena, concurrida.
Su vista enseguida se nubló dada la rapidez de las luces de
colores que pasaban por sus ojos y a estas alturas ya se habían instalado en su
mente adoptando curiosas formas:
símbolos, imágenes, sonidos, palabras.
Un campo de trigo con un cartel que reza “propiedad de Monsanto”/el
sonido de sirena a la hora de entrada a la escuela/desfile militar/insignias de
oro desgastado/maquinas de impresión sacando billetes/Pink Floyd en mares de
punteos de guitarra/una familia reunida en el salón de la típica casa de clase
media /rostros serios, silencio, el egoísmo parental en escena, variantes
infinitas/o el padre es policía y acaba de llegar de una manifestación donde ha
golpeado a tres personas que compartían aula con su hijo: “a esa gente ni
mirarla, no quiero que te relaciones con terroristas”/un psiquiátrico bajo la
tierra donde Marx y Engels juegan a las
cartas sedados de opiáceos tratando de romper el rey de oro/…
Mientras, suenan las alarmas: de la próxima pastilla, de la
reciente guerra, del trabajo, de los institutos
modelo en las dictaduras de la tecnocracia europea en 2020.
Vuelta a la realidad, dos segundos…otro flashback.
Carteles publicitarios empiezan a pasar por su cabeza a una
velocidad de tres o cuatro por segundo: represión, democracia, dinero, familia, estado, iglesia, escuela, universidad... y una última que permanece, más
de cinco segundos, sobre fondo oscuro, casi imperceptible: ESTRUCTURA.. .y
ahora parpadeante...ESTRUCTURA, ESTRUCTURA, ESTRUCTURA.
El caminante vuelve a si mismo tratando de descifrar algo de
lo que acaba de ser un viaje propio de los más eficaces enteógenos. Todo aquello
empezó con su segunda vista de la libertad, "libertad, estructura,
libertad, estructura..." Se intercalaban las palabras de nuevo en su
cabeza, pero esta vez sin aquel arrollador relampagueo de luces. Resultaba que
se estaba dando cuenta de que aquella era la única manera que tenía, de momento
de disfrutar de la libertad en su vida urbana: una fugaz mirada, dos gotas de
agua en un desierto de empatía. Cómo podía ser aquello…
Al llegar a casa lo entendió todo, al ver en su mesa de
noche un libro cuyo título decía algo así como "sobre éticas de
autosuficiencia y autogestión material y emocional".
Al rato, sin llegar a abrir el libro, del que sólo había
leído el prólogo, se acostó pensando que libertad, hoy y aquí, es un abrazo
sincero, una mirada honesta, una gota de sudor compartida, excitarte cuando la
mujer de la parada de guagua te canta en euskera, nadar a mar abierto, no tocar
fondo, ver antiguas calles y viajar en el tiempo. Libertad es ser consciente de
que esta lista podría ser infinita siempre que quieras y seas también
consciente de que el límite de la misma nunca se alcanza, pero ahí no esta la clave.
Tal vez habría que buscar la autosuficiencia, que parece lejana pero sabes que siempre, siempre, siempre sale
de la tierra, de ti, y de las gentes que te rodean. Y la incompletitud, porque
la libertad nunca es completa.
Tras minutos de silencio, alguna melodía extraviada en su
cabeza, y demás recuerdos… acabó durmiendo, por fin, tras tres días de insomnio
vagando por sus calles.