domingo, 2 de junio de 2013

Los 73 metros

Deja de soñar con Prometeo
de saltar edificios
de ponerte al borde

deja de sentir el filo en la mitad del pie
como las hojas en otoño
en el momento de aferrarse a su rama
y esta al tronco.

Tal vez nada, por todo
un grito
y el desesperante continuo

de sentirte preso.

La libertad llega

sólo en el preciso instante
en que estás a menos de un segundo
de tocar, de chocar
de palpar a hueso perdido

desvivirte a cráneo roto
con el suelo

después de una altura mínima de 73 metros,
lo tengo calculado.

Mundo finito
seres imperfectos
incendios invisibles de deseos

todo antes,
antes de los dichosos 73 metros
antes de Prometeo, y sus frustraciones
por dejarte engañar con eso de que el ser humano
todo lo puede

ahora en la tierra
escarbo un hueco
y a una lombriz le da por contarme sus lamentos.

Tras ello acaba preguntandome
-¿con qué pretexto esa obsesión por los 73 metros?
-abre los ojos, era un sueño.

Te despiertas con restos de tierra en la boca
y aun pensando,
a pesar de tu amor por la tierra que,

es un hecho, algo más que realista,
que se puede dormir despierto
y saltar soñando

pero tal vez hay mucha verdad
en eso de sentirse preso, la libertad
y los nosecuantos metros.

Luego,

la quietud
dejarte acariciar por el viento
y tocarlo, besarle, aspirar

pensar con aire
respirar al tiempo

para por fin...

el silencio.

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