martes, 25 de diciembre de 2012

"Golpe casi mortal"

Se empuñaba como un golpe casi mortal

-casi porque era a la vez un poco de vida,
tanto como un poco de muerte-

que me sacó  relampagueandome del escenario, de aquel viejo teatro del callejón estrecho, donde solíamos representarnos algunos pocos que aun disfrutábamos de las sillas vacías, y algún espectador renegado.
Y todo por eso de admirar cierta habilidad empática, que se derivaba de la percepción circunstancial propia como ajena, en doble dirección.

Me cambió el paisaje,
me dejó a las puertas de un principio de trance
en el que el momento es una necesidad ilusoria,

mi huida hacia delante,
mi lengua corriendo por tu piel,
caminando hacia el caos como tablero
y el juego de ponernos en movimiento,

fichas en conjunción apoteósica.

Me trastocó el cuadro,
derritió el color de aquel óleo
que ya era sin marco, por cierto,
después de que lo rompiéramos a saltos

...y de repente me imaginaba en benijo revolcándonos en el suelo como revolucionando charcos,
tapándonos ambas bocas con un puñado de arena, que colocaríamos con el cariño de saber que íbamos a asistir al derrumbe del silencio, que soltaríamos toda la arena de golpe tras un resoplido y que acabaríamos manchándonos la cara, y que no podría despegarme de tus besos por un rato. Bocas libres y ventanas sin cortinas, tus labios en flor y mis manos practicando su deporte favorito, haciendo que mi cuerpo fuera rompiendo guitarras en el concierto de mis adentros.

Allí
versaba la enajenación mental como mejor de los estados,
orgasmo en vida,
tiritar del deseo,

(anoche me fugué y tuve una aventura con tu piel, ensueño)

te escribo por el vicio de vivir desnudos,
y si mi mirada tiembla no es la duda,
sino las ruinas de los condicionantes
que pudieran dejarme en desperdicio.

Ahora bien,
si tus lunas me sacan una sonrisa
es porque tu sonrisa se expone tras mil colores,

y tu voz se me desliza
como uñas que me recorren,
poniéndome los pelos al borde del abismo.

Qué quieres que te diga,
me apetece un pulso de narices enfrentadas,

para descubrir si los susurros a veces se explican sin palabras.

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