Y al final parece
que cada vez que te caes al pozo
y te ofrezco una cuerda para salir,
la fuerza de la inercia
hace que se inviertan los papeles,
por la contraposición de los impulsos:
tú, arriba de un salto,
yo, de costado en el suelo,
con una venda en los ojos,
y más de siete días por delante para lograr subir,
con un pie roto
y callos en las manos, por lo de la cuerda.
Desde abajo,
escucho una voz que me habla sin que la entienda,
y una espalda que se desaparece,
sin darse la vuelta,
poco a poco,
sin detenerse,
se va,
"hasta tu próximo problema", me digo.
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