viernes, 11 de enero de 2013

"La tragedia del poema"

La tragedia del poema no se escribe sola,

la tragedia del poema es lo no dicho,
el asesinato que se esconde en cada sonrisa,
el entierro de pétalos rojos en cada abrazo.

La dicha de lo no escrito es más que el poema camuflado,
es la manía en forma de entretenimiento,
besar las rejas de la jaula electrificada y sentir el chispazo en los labios, en toda la cara,

es la que no puede ser, lo que no es, lo que es y no, la frustración.

Es la lluvia ácida sobre el paisaje primaveral, el marchite del color,
son los gritados cánticos de los pájaros que van como cayéndose  por el acantilado.

El poema se aferra, o más bien se aferrará al amor de lo que es, o más bien fue vivido,
para abrir en la cueva enjaulada el escondite de la oscuridad...
para respirar, para ver, para oler el polem de la flor naciente
y escuchar el rugir de las hojas al viento, para acercarse a la muchedumbre vegetal,
y vegetar, no tanto por lo inmóvil, sino en su sentido más fotosintético,
por eso de ser parte de algún conjunto.

Pobre de la belleza conjuntada cuando se le mutila cualquier borde ondulado,
que se convierte en arista por carencias: sol, agua, luna
o alguna otra parte fundamental de ese proceso a través del cual queremos: la fotosíntesis.

Exceso y defecto de elementos,
concordancia del nudo simbólico,
placer, compensación,
el equilibrio de una risa tras el lamento.

Y cuando estamos alegres acabamos expulsando una especie de agua inmaterial
para rellenar el vacío dejado por las lágrimas que fueron limpiadas por aquel pañuelo...
homicida!
que impidió la fusión de la tristeza con el cuerpo, el enraizamiento,
el problema rizomatizado.

Por eso lo no dicho es la tragedia del poema,
por ser el grito desaforado dentro de la orquesta en su máximo apogeo sonoro,
porque te pones a prueba,
porque tientas a la existencia,
porque estás a tientas con ella, en el borde,
esperando que alguien lo sienta,
que tu corazón se reencarne en dos ojos que lo entiendan.

Y entonces la calma, el gran suspiro de alivio,
después la risa,
y el olvido de lo que sucedió en aquel verso,
y el olvido también del siguiente que aun está por venir.

Momento y situación,
en esencia.

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