jueves, 15 de noviembre de 2012

"Puente entremiradas"

Y pasa que cuando uno,
portavoz de sí mismo,
trata de cruzar un puente entremiradas,
siente que parece sencillo,
pero a la mitad,
estremecido
y como tiritando pero no de frío,
se tira al vacío.

O mejor al agua,
dulce,
como tú,
un río,
no cualquiera,
el tuyo,
y es que apareces justo
cuando éste va a unirse con el mar,
porque entender una pequeña parte
del tesoro que esconde tu pelo,
se me hace tan difícil que ya es un reto,
como separar,
en ese instánte de fusión,
lo no-dulce de lo no-salado,
el río del mar,
coger una lágrima al microscopio
y diferenciar si es de alegristán
o de tristezistán.

Por eso me tiro,
al final más por mi que por ti,
es que mi miedo,
aunque no le gane
lo reconozco,
pero lo peor es hacerlo
a sabiendas de que no se nadar,
y con la ligereza de que finalmente
ahí estarás,
donde se une el río con el mar,
en esa tierra de nadie
donde sutílmente asesinas la identidad,
pero donde no caigo por frenarme al saltar.

Y es que
te presiento por tu ausencia,
y ni siquiera te has ido,
me sueño en ti,
y ni siquiera he dormido...
Estás enfrente,
haciendo que me acompañas
en el insomnio con tus ronquidos,
dialecticamente invisible
salvo en algún sueño subido de tono,
para mi atisbo de diálogo,
que empieza y termina cuando me giro
y veo tus ojos cerrados,
que me empujan a salir de allí
y dejarte dormir hasta que pase el día,
para que quizás de noche te acuerdes,
entre la soledad y el ruido,
de que el sol aun no ha salido.

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