El café dibujaba
circulos perfectos,
la niebla entraba
por la ventana
y yo
ahí sentado,
como si nada
advirtiendo un rostro
que me señalaba,
brillando en las tinieblas
de aquel lugar
gritando palabras mudas
parecía algo importante,
pero no llegaban
y entonces
descubrí aquella penetrante melodía
que lo inundaba todo
e imponía sus formas
dibujando curvas entrelazadas
mezclando la niebla con el cafe,
dando voz a nuestras caras
la cafetería
olía a madera quemada
y romero,
daba miedo pero tenía su encanto
y todos allí,
buscando un espejo,
queriéndonos redescubrir con esmero
nunca sabríamos
que eramos maquinas de escribir,
ni que la niebla humedecía la tinta,
y menos
que las palabras, si, aquellas mudas
estaban siendo escritas
por esa penetrante melodía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario