La nube gris se fue cuando pasastes a mi lado, y así descubrí el color, y el curioso sabor del viento soleado.
La guitarra se afinó cuando me hablastes al oido, y la madera tomó la forma de tu cuerpo. Sonaba al mirarlo, vibraba como cuando Mingus tocaba el contrabajo y tú danzabas al tiempo.
La áspera y ardiente roca que, día tras día pisaban mis pies se volvió suave y fresca. Aquel día, ví en tus ojos esa mirada valiente que enseguida se volvió motivo para tenerte cerca.
Vinistes despacio, y las olas del mar empezaron a bailar con el viento. Tú y yo nos miramos, sólo una vez, sólo esa vez. Te fuistes rápido, y las gaviotas tardaron días en volver a encontrar su alimento.
Espesa noche, confusión. Tu nariz y tu boca, de la mano de los sueños, pusieron sonido a mi insomnio.
Calurosa y temprana mañana, los animales cantaban y ambos, tú y yo, seguíamos intercambiando miradas y palabras.
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Cómo descifrarte mujer.
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