viernes, 1 de marzo de 2013

"Las matemáticas, mis viajes infinitos, y tus cataratas de besos y miradas"

Axioma 1: Hoy he decidido, en consenso con mi insomnio y la carencia de flores en mi escritorio, mandar a la mierda los versos. De ahí que:

(I)
Pongámonos payasos y acabemos con lo serio, que con la risa al parecer todo duele menos. Ya va tocando que me escriba un poco a mi mismo sobre la necesidad de tocar el suelo, aun sabiendo que este será de piche, que estemos en agosto, y que yo ande ennegreciendome las plantas por exceso de hollín y falta de riego.

Recuerdo que de niño caminaba descalzo entre sombras aguantando quemaduras a base de mirar al cielo y sacrificarme los talones hasta alcanzar la playa, volver a sufrir, y llegar por fin al agua.

Acaso ahora, ya sin playa y con algo más de barba, ¿ no es el mismo caminar? 

Axioma 2: últimamente a las matemáticas les ha entrado la manía de darme la espalda y ya no recuerdo muy bien aquello del orden de los factores y si el producto se llevaba mejor con el polo positivo, el negativo, el norte, o el sur. También reconozco que le he cogido cierta manía al orden, y por eso también vivo por las noches. Recuerdo la pregunta... ¿no es el mismo caminar?

Sombras de tiempos que más que refrescar, ahogan. Pasos, ya no tanto por piche caliente sino por rocas volcánicas puntiagudas con el sol enfrente, ya que con los años, más que caminar descalzo por El Médano (muy babylonizado ya para mi gusto, por cierto), prefiero bañarme en charcos y nadar en aguas claras alejadas de multitudes alienadas.

Al caso, que algún día acabas rememorando esos caminos a pies descalzos y resulta que tu playa está en La Corredera, famosa plaza de Córdoba donde caminar descalzo en verano también tiene que ser toda una odisea. Y entonces llegas al mar y te sientes orgulloso de tu relación con las olas y de tu amistad con la arena, que se te pega y despega, y te calienta con el sol, por si acaso al agua -o a otras más lejanas- les diera por ponerse frías y regalarte algún escalofrío de esos desagradables a las seis de la mañana, cuando aun no te has dormido y hueles el café y el tabaco de tu madre en su ritual pre-laboral cotidiano entrándote por la ventana.

(II)
Pongámonos sinceros y acabemos con este vuelo, pero sólo por un momento, ojos de búho silencioso de la noche, tengo la intención de coger fuerza y volverme a esa casa okupada en las alturas que me ha dado por compartir con una paloma blanca, allá por donde las nómadas gaviotas se sienten cómodas, y donde el olor de las complicidades se escapa cada mañana por las ventanas, por eso de dejarlas siempre entreabiertas. Admito que cada vez me gusta más esta jaima particular en la que vivimos, y ese desierto que nos rodea que, aunque sea de nubes, también nos ofrece sed y hambre, y nos curamos planificando el próximo oasis y dando las gracias a nuestras reservas de ilusiones. Siempre entre delirios y suspiros, entre sueños y teléfonos.

A todas estas, reconozco que me voy a dar un atracón de dátiles con tus labios hasta que no pueda más y tenga que beberme tu mirada, ya me la sirvas hirviendo, tibia o fría, ya que tus palabras siempre serán dulces y no echaremos de menos azúcares o añadidos. La miel está de tu parte por culpa de tu sonrisa, que siempre que me mira parece vestida con su mejor traje. 

Eres raíz y tu voz me habla desde las profundidades, de ahí que me tire de cabeza y me bañe de confianza en la piscina de barro que has instalado en mi sala de espera hacia lo cotidiano, y menos mal compañera, menos mal. Reconozco que siempre fui más de nadar bajo el agua que de volar, pero me has curado el vértigo, por eso ahora puedo permitirme jugar con las palabras, porque vivirte se me hace igual que mirar al infinito, y eso que siempre fui muy de finitudes, a pesar de que a veces el corazón se de la vuelta y te lleve la contraria.

Al final ni queriendo puedo acabar con este vuelo. Va, lo intento, a ver si toco el suelo por un momento y dejo al payaso lejos. He de reconocer que me empieza a dar un poco de miedo eso de ponernos por las nubes, los partidos infinitos y los reencuentros mediados por algún tiempo, te explico.

La verdad es que me llevo mal con los aeropuertos, los anhelos en forma de deseos tan intensos, y los reencuentros, y el miedo surge porque pienso que lo vivido siempre renace, ante cualquier contexto pasado parecido. Cierto es que este miedo tiene muchos peros y me alegro, de ahí mi viaje inesperado y la longitud de este texto.

(III)/ Corolario

Mierda ! que miedo ni que texto ! 

si primero mando a tomar por culo los versos, luego parece que ando desafiando mares, y hasta voy quemando las banderas de mis naciones occidentales del pasado.

La confianza y la calma son viajes a través de nubes blancas en una alfombra con la mejor caligrafía árabe y tus colores preferidos, por eso me gusta viajar contigo, y disfrutar de tantas, como tu dices, "cataratas de besos y miradas".

Me repito con alegría, y cada vez con menos alergia al vértigo de no andar mucho por el suelo ...

y eso de volar nunca pensé que fuera tan en serio, 

ni tan alto...





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