miércoles, 8 de enero de 2014

España.Del difunto imperio a la difunta nación.

Este país,
que de país tiene poco
pero de nación forzada tiene mucho,
recuerda(me) cada vez más
a una valleinclanada.

Las galas de la difunta
españa,
rebrotan de entre el olvido.

Pisamos tierra a pies desnudos,
respiramos pobreza,
(también la propia, la nuestra)
en cada mendigo que observamos
desde arriba,
desde lejos,
otroredad ficticia
alteridad mutilada.

El devenir mendigo de españa
es La Troika.

El devenir manada de un pueblo
es reapropiarse de lo que le han robado.

El mendigo y el pueblo,
igual de pobres,
e igual de desposeídos

en cambio

el mendigo espera, solo
la manada se mueve, acompañada

la manada se dialoga consigo misma,
y se ayuda, se asocia, empatiza, comparte.

La manada es colectiva
desde las raíces a los márgenes
y hacia el centro,
para así, volver a replegarse.

Pobre ese gran mendigo
que tenemos por Estado,
que destruir manadas pretende
a golpe de noticiario y cultura nacional
(o la podrida per se marca españa).

Reconstruir lo que nunca fue una
excepto por la fuerza, pretenden,
y con aun, cadáveres bajo cunetas.

Hoy son retóricas contradictorias las que usan,
romper la manada,
para que desde el mendigo
recrear un estado ya fallido
palidecido,
muerto, tan muerto,
que ni disfrazándolo de vivo
la noche de la elección de los muertos...cuela.

"Pesimismo esperanzado" a la manera de Boaventura*,
es lo que nos queda,
ya que sólo desde los márgenes puede llegar
lo nuevo,
lo bonito
el amor colectivo como anhelo de libertad,
de una libertad en permanente anhelo.

Pero no el amor de los románticos, para mi equivocados.
El amor es revolucionario, ¡y tanto!
Amor
como muestra de un pueblo consciente,
amor como motivo de esperanza,
de la esperanza de reapropiarnos de nuestra animalidad
usurpada,
de nuestro devenir manada,
un devenir que permita(nos) constituirnos,
al menos,
como algo bello
y alegremente justo

-la alegría del aplauso tras el guillotinazo-.

Pero a la vez también
como algo,
en realidad,
sangrantemente justo
descaradamente impiadoso con los poderosos,
esos que son unos pocos
y que a mi no me importan

por eso digo

que se vayan, que se vayan

¡que se vayan todos!

* Boaventura da Sousa Santos, en sus conferencias "Epistemologías del sur".

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