Huye, escapa, olvida, no afrontes, deja que la teleprisión te atonte y atormente con su doble idiosincracia: "desea lo imposible, pero no consigas nada". Quédate petrificado: absorbe su basura.
Y revolviendote por sus entrañas, lámele las pezuñas al monstruo en las nobles y relucientes capas de los altos estamentos; cree al cura en su misa de tres veces al día y doblégate, sobre todo doblégate... y redúcete a la masa in-pensante de los devotos de la ideología de las cabezas perforadas.
Mira y olvida, desea lo imposible y no lo tengas.
Eso sí, recuerda, el fluir de la eterna aspiración hace imposible el respirar.
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Inadaptado desde la soledad más nostálgica y melancólica hasta las más profundas cuevas con algún desliz de aquella que un día, se empeñaron en mal-llamar sociedad.
O como me dijo una pintada, "como un tenedor en un mundo de sopas".
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